NEUROCIENCIA DE LAS
EXPERIENCIAS
En los últimos tiempos, experiencia es casi una palabra mágica en el mundo del marketing. De hecho, es a lo que se acude cuando se trata de encontrar las vías más eficientes, para conectar con los consumidores y transmitirles los mensajes que las marcas desean que recuerden. También es la forma más directa de crear vínculos y asentar conexiones emocionales. El marketing de las experiencias ha dejado de ser un nicho para ir ganando protagonismo año a año y convertirse en un elemento obligatorio de toda estrategia de marketing.
El marketing de las experiencias se basa en lo que se vive, en las cosas más tangibles que el consumidor puede percibir y en las que puede participar. Desde ambientes convertidos en experiencias de marketing aromático o en zonas de juego, hasta el uso de la realidad virtual, gamificación o realidad aumentada.
Durante la pandemia, este marketing de experiencias ha estado congelado. La crisis del coronavirus ha reducido los movimientos de los consumidores, las aglomeraciones y el contacto entre desconocidos. Como muchas otras cosas, el marketing de experiencias y las grandes acciones se han visto relegadas a un segundo plano.
Pero una vez superada la fase más crítica, las experiencias más inmersivas de marketing también vuelven. Se comienza de nuevo a diseñar acciones de marca basadas en las experiencias, y a apostar por elementos inmersivos.
Y en el diseño de este tipo de acciones, no se puede olvidar las lecciones que ha aportado la neurociencia. Aplicar los principios del neuromarketing es muy importante para mejorar resultados y conseguir que la relación consumidor marca sea más fluida.
El denominado marketing de las experiencias es un espacio clave para llegar a los consumidores a través de las emociones, construyendo un storytelling que sea multisensorial. Y si además se tiene en cuenta al neuromarketing, los resultados solo pueden mejorar.
APORTACIÓN
DEL NEUROMARKETING AL MARKETING DE EXPERIENCIAS
A lo largo de estos últimos años, la neurociencia ha ido aportando algunas claves al mundo de las experiencias. Por ejemplo, desde el punto de vista de la neurociencia es muy claro que hay que apostar por una estrategia multisensorial. Sin embargo, cuando las marcas diseñan experiencias, siguen apostando por lo visual, intentando que todo sea llamativo porque parece que así va a verse mejor.
Sin embargo, una buena estrategia es jugar con diferentes elementos y reforzarlos.
Y es que el neuromarketing tiene claro que, lo que mejor funciona, no tiene porqué ser lo visual. El olfato, por ejemplo, activa mucho más, tanto la memoria, como la parte emocional del cerebro.
Además, en el marketing de experiencias no solo hay que cuidar de lo que se ve o de lo que se huele, también hay otros aspectos que impactan, como puede ser el lenguaje.
El mensaje debe centrase en los puntos clave, utilizando un lenguaje que active la acción del consumidor. Es necesario analizar qué es lo que hace que el consumidor responda y potenciarlo con el mensaje que se lance.
Y finalmente, es conveniente también considerar el uso de la ciencia del comportamiento, potenciando que el mensaje se pueda procesar de la forma más efectiva, convirtiéndose en una llamada a la acción que consiga que el consumidor reaccione.