MARKETING
OLFATIVO. OLORES QUE INCREMENTAN EL GASTO DE LOS CONSUMIDORES
En la relación entre los
olores y las experiencias, sensaciones y emociones, hay una parte
importante que está vinculada a las experiencias propias. Esta relación
se conoce con el nombre de “la magdalena de Proust” o también “efecto
de Proust”. Este efecto es el fenómeno humano memorístico en el cual una
percepción, especialmente el olor, evoca un recuerdo o reminiscencia que la
persona creía olvidado. El nombre proviene del recuerdo que le provoca el
sabor de una magdalena recién hecha y mojada en té, al protagonista de “Por
el camino de Swann” escrita por Marcel Proust en
1913. La razón por la que se hizo famoso este efecto deriva del hecho de que, en
las siguientes 3000 palabras del libro, el autor se sumerge en el recuerdo provocado
por la magdalena, detallándolo con todo tipo de matices.
De cualquier forma, además de
la vinculación a las experiencias propias, los olores también están
vinculados a la cultura común, lo que hace que exista una relación entre un
olor determinado y la sensación que produce en la sociedad. Por esta razón, las
marcas los usan para definir su relación con los consumidores dando lugar
al denominado marketing olfativo. Los olores hacen que el consumidor
se sienta más cómodo, más seguro o con más necesidad de un determinado tipo de
productos.
Y ese efecto también hace que se
gaste más o que se haga con más seguridad. Por ejemplo, el hecho de que en
un determinado establecimiento se perciba un olor conocido, puede hacer
que el consumidor se sienta más seguro, pase más tiempo allí y compre
más productos.
TIPOS DE OLORES
Algunos olores tienen un
impacto importante en las pautas de gasto. Un estudio realizado ya hace algunos
años clasificó los olores en dos tipos y analizó el efecto en el consumo de
cada uno de los tipos. Así los olores pueden ser fríos o cálidos. Como
ejemplo de frío puede ser el olor a menta, mientras que la vainilla o la
canela son olores cálidos. Son estos últimos los que provocan que los
consumidores gasten más.
Cuando en un determinado
espacio se percibe un olor cálido, el cerebro percibe ese lugar como más denso
socialmente, es decir como si tuviera más gente de la que en realidad tiene. Y en lugares llenos de
gente, los consumidores tienden a sentirse menos poderosos. En el caso del retail esto se traduce en que gastan más para, de esta
forma, intentar recuperar su estatus.
Pero no solo los olores cálidos
funcionan como palanca de gasto. El impacto sensorial de los aromas también
puede llegar por otras vías. Por ejemplo, un estudio anterior descubrió que, cuando
se trata de espacios de compra, lo mejor es que los olores sean simples,
sin que estén demasiado recargados con notas olfativas. Y es que lo que ocurre
es que, cuando la tienda se ambienta con un olor muy complejo, el consumidor se
distrae de las compras, se centra en otras cosas y acaba comprando menos.
Otro estudio realizado por una
universidad en Bélgica concluyó que, el olor a chocolate hacía que se
vendieran más libros y esto independientemente de la hora del día y del
género literario de que se tratara. La realidad es que el olor a chocolate
hacía que los consumidores se detuvieran más tiempo a examinar los libros y
acabaran comprando más. Dicho de otra manera, el olor a chocolate servía
para impulsar el gasto.
Y por supuesto, aunque hay unas
pautas generales que relacionan olores con comportamientos, las empresas deben
comprender no solo el tipo de olor y la composición de aromas que mejoran la
situación, sino también cuáles serán las que impactan de forma más positiva en
el mercado específico de que se trate, ya que no todos los sectores son
iguales, ni se comportan de la misma manera.