CÓMO CONSEGUIR QUE LA MARCA SE
GRABE EN LA MENTE DE LOS CONSUMIDORES
Uno de los aspectos
más importantes que las marcas aspiran a conseguir es calar en los
consumidores. Lograr que sus mensajes
dejen de ser un ruido de fondo y pasen a ser algo que el consumidor reconozca,
recuerde y consuma.
Para
conseguirlo, las marcas cuentan con estrategias muy pensadas y usan todas las
herramientas posibles para posicionarse de una manera eficiente.
El diseño es un importante aliado para el recuerdo de marca. Un buen
diseño hace que los productos sean más reconocibles y memorables. Los colores, la tipografía y el denominado
marketing sensorial (olores, sabores, sonidos, etc.) redondean el efecto. Y
no cabe duda que un buen presupuesto de marketing y publicidad hace posible el
lanzar todos los mensajes necesarios para posicionar el producto y hacer que
sea recordado.
NEUROCIENCIA Y PSICOLOGÍA
Tanto la neurociencia como la psicología
pueden ayudar a conseguir el recuerdo de marca. Muchos de los elementos que hacen que se recuerde una marca y sus productos están
ubicados en la parte menos controlable del cerebro, lo que en ocasiones se
conoce como corazonadas.
En este
sentido, la neurociencia explica que son los recuerdos almacenados en el
cerebro los que hacen que se sienta un impulso y se tome una decisión de compra.
Es decir, se conecta con la marca porque
se recuerda aunque no se sea de una forma totalmente consciente.
De ahí las
campañas que lanzan las grandes marcas con publicidad en todos los medios para
conseguir que la marca resulte más familiar.
EL PODER DE LA INFANCIA
Los recuerdos infantiles son muy
poderosos y se pueden usar para potenciar las ventas. Estos recuerdos pueden ser olores,
como el olor a café, sabores como el del chicle o los caramelos o sonidos como canciones
que evocan la época infantil.
Además no se trata solo de emular la infancia,
sino de usarla desde el primer momento para después poder vender durante toda
la vida. Si se logra entrar en los
hábitos de consumo o en el entorno de los usuarios cuando son niños, lo más
probable es que sigan usando esos productos cuando lleguen a la edad adulta.
De hecho, muchos
estudios realizados han puesto de relieve que más de la mitad de los adultos compra marcas que le recuerdan a su
infancia. Y no solo los adultos, también los adolescentes consumen
productos que conocieron en su época infantil. Este efecto es más marcado en
marcas asociadas a la alimentación, bebidas, salud y en general, productos de
uso doméstico.
¿Y cuál es la
razón por la que se compran estas marcas conocidas de la infancia? ¿Nostalgia?,
¿seguridad de la infancia?, ¿recuerdo? Puede que se trate de una mezcla de
distintos elementos. Eso sí, lo claro es que las marcas son conscientes de cómo los vínculos que establecen con los
consumidores en la infancia impactan en el modelo de consumo futuro. De ahí
su interés en “ganarse” a los más pequeños.
En Estados
Unidos, gran parte de la publicidad va dirigida a niños de menos de 3 años.
Aunque parezca una inversión perdida realmente no lo es. Incluso los niños de
menos de dos años son capaces de reconocer formas y colores corporativos, de manera
que pasan a formar parte de su vida. Y lo
que descubrimos cuando somos pequeños tiene un eco importante en cómo vemos el
mundo cuando somos adultos.
Algunos
estudios se han centrado en evaluar las memorias que los consumidores tienen
sobre ciertos productos y cómo impactan en su relación actual con ellos. En uno
realizado sobre automóviles, se analizaron los recuerdos asociados a diferentes
coches contando con participantes de distintas generaciones. De media, los
primeros recuerdos sobre experiencias en coches estaban ligados a los 6 años,
momento en el que ya se ha aprendido el valor del estatus. Casi todos los participantes, independientemente de la generación,
asociaban los recuerdos unidos a los coches a ciertos valores como la familia,
diversión, emoción o seguridad. También había recuerdos asociados al orgullo o
a la intención de mostrar triunfos.
Y los
recuerdos también tienen conexión con la marca. En un estudio sobre chicles, se
hacía probar a los participantes un chicle de los que tomaban en su infancia y
otro de los de sólo para adultos. Las asociaciones en los dos casos eran muy
diferentes. El chicle de la infancia
muestra mejores resultados cuando se habla de emociones y recuerdos. Los
consumidores se sienten mucho más cercanos a él. Además se asocia a marcas
de comida relacionadas con meriendas infantiles.
EL PODER DE LA NOSTALGIA
Y con estos vínculos emocionales, el acercamiento
a las marcas es muy diferente a cuando se hace de forma racional. Un producto que está teniendo mucho
éxito en Estados Unidos es una agenda que empieza en agosto y está pensada para
el curso escolar. Muchas mujeres adultas
la están comprando porque se asocia a épocas escolares con menos preocupaciones
y más sencillas. Es decir, la nostalgia
está en el centro de estas decisiones.
Y ese boom de la nostalgia se debe a que
con ella, los consumidores dotan a los productos de unos valores y significado
que no otorgan a los productos modernos. Es como tener permiso para poder disfrutar de cosas que les gustaban en
la infancia.