¿COMPRA MÁS LA GENTE TRISTE?

¿COMPRA MÁS LA GENTE TRISTE?

Todos hemos hecho alguna vez el comentario de “me lo merecía”, mientras nos comprábamos alguna cosa después de un mal día. La realidad es que lo comprado no nos va a traer la felicidad de forma inmediata pero sí puede servir para sentirnos un poco mejor, o al menos eso es lo que se piensa.

Y es que, aunque la psicología tiene mucho que decir sobre este tema, el concepto de estas compras no es nuevo. El marketing debe tener en cuenta este fenómeno y no olvidarlo a la hora de posicionar los productos.

Incluso en algún momento se ha planteado la posibilidad de segmentar la publicidad digital en función de los estados de ánimo de los consumidores. Sin embargo, esto genera dudas sobre la posible intromisión en la esfera privada de las personas. De hecho, varias empresas han manejado la idea de la publicidad emocional, pero las emociones siempre se han visto de una forma demasiado volátil y el hecho de lanzarse al mercado con esta idea puede tener un impacto demasiado elevado en términos de reputación.

Pero la realidad es que el vínculo entre felicidad o tristeza y consumo o falta de este existe. Un grupo de investigadores de la Universidad de Praga ha analizado los efectos de la felicidad colectiva, o su ausencia, en el consumo de productos, así como también la relación entre la confianza del consumidor y su modelo de consumo. Esto hace que los índices de confianza sean un activo para considerar en los procesos de compra.

Es importante comprender cómo los niveles de felicidad y bienestar afectan a las elecciones que se producen en los diferentes aspectos de la vida, y el comportamiento de consumo es uno de ellos. Además, gracias a la investigación realizada, se pude comprender cómo se comportará el mercado sumando, a esos niveles de felicidad, la variable de la confianza del consumidor, variable que se considera un factor psicológico que afecta al gasto de los consumidores.

Lo que en la investigación se ha descubierto choca con lo que a priori se puede asumir. Y es que cuando la gente está feliz dedica menos dinero al consumo. En cuanto al tipo de consumo, cuando la situación general es más complicada, ya sea por crisis políticas, económicas, sanitarias, o del tipo que sea, los consumidores gastan más en productos básicos. Es decir, cuando los índices de confianza caen, las ventas de este tipo de productos crecen.

 

EXPLICACIÓN

¿Y cuál es la explicación de este fenómeno? La clave está en que, durante los periodos de incertidumbre, cuando los consumidores están más tristes y pesimistas, el gasto en bienes de primera necesidad sube. Esto es porque los consumidores se lanzan a las compras de pánico, adquiriendo más de lo que en realidad necesitan. Como ejemplo, cabe recordar las compras compulsivas que se produjeron al inicio de la pandemia de coronavirus, cuando los carros de la compra se llenaron de harina y de papel higiénico.

Y si los consumidores disparan el gasto en este tipo de productos es por el efecto psicológico que produce. La sensación de seguridad que da el tener la despensa llena, les hace sentirse más preparados para los tiempos inciertos que sienten que van a venir.

Y el mismo razonamiento explica el efecto contrario cuando la confianza se recupera. En esos momentos el consumo que se incrementa es el de los bienes duraderos. Ya no se disparan las compras de harina sino las de otros productos como coches o televisores.

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